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De nuevo la magia

No recuerdo cuándo fuimos con mis papás y mi hermana, además de unos amigos que venían del exterior, a conocer Villa Albina, pero hay algo que perdura en mi memoria y es el aroma de la madera de roble impregnado en mi nariz. Hace pocos días volví a sentir ese olor y a vivir la magia que se desplegó nuevamente ante mis ojos.

De nuevo la magia

Mónica Briancon Messinger para Los Tiempos

08 de junio de 2019

No recuerdo cuándo fuimos con mis papás y mi hermana, además de unos amigos que venían del exterior, a conocer Villa Albina, pero hay algo que perdura en mi memoria y es el aroma de la madera de roble impregnado en mi nariz.  Hace pocos días volví a sentir ese olor y a vivir la magia que se desplegó nuevamente ante mis ojos.

La Fundación Simón I. Patiño ha decidido abrir las puertas de este hermoso lugar para que el público lo pueda disfrutar. Así como en aquel entonces me deleité con el aroma de la madera y mi mamá recordó con cariño el espejo de agua que se encuentra cerca de la construcción principal, los muebles de época cargados de nostalgia y otros lugares para (re)conocer.

Es encomiable la decisión tomada por la Fundación ya que con esto se genera un espacio turístico más, para propios y extraños y por suerte y para suerte de muchos turistas, Cochabamba ya no será tan sólo La Cancha o un galpón de chicharrón;  sino que podrán visitar una gema arquitectónica y un jardín pletórico de árboles centenarios, con especies traídas del exterior por el paisajista chileno al que le fue encomendado el diseño de este edén.

Allí podrán caminar cerca a los olivares, sentir la brisa que baja del Tunari y contemplar el paisaje, también se sentirán en armonía con la naturaleza, respirando aire puro, sintiendo el contacto del calor con su piel y por unos instantes retrocederán más de un siglo y observarán cómo se vivió en esa época.

Irán al pasado para intentar entender cómo se podía vivir en ese tiempo sin televisor, radio, celulares o redes sociales.  Hoy sería impensable tratar de vivir de esa manera.  Hace una centuria era de lo más común.  Las salas de lectura junto a otras salas de esparcimiento eran los lugares preferidos de los habitantes de la Villa que iban a pasar ahí unas semanas lejos de la ciudad.

Quizás dentro de 100 años (si es que quedan en pie los departamentos y casas en las que habitamos hoy) algún visitante se sorprenda al ver la pantalla plana, el computador portátil o la cocina que funcionaba a gas domiciliario.  Probablemente le parezca tecnología muy anticuada o llamativa.

O considere que era lujo impensable, en el año 2119, tener una ducha e imagine que los usuarios eran unos locos por hacer correr agua potable para llevarse desechos e impurezas; quién sabe tal vez en una centuria tener una ducha o darse una ducha sea algo tan sólo para inscribir en los anales de la historia.

Hoy por hoy vale la pena escaparse de la ciudad y visitar Villa Albina y aplaudir la infatigable labor que viene desarrollando la Fundación Patiño a favor de Bolivia, de la educación, la medicina y la investigación.

La autora es magíster en comunicación social y periodista